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El Comité de Normas busca cómo contabilizar los votos emitidos en este estado y el de Michigan, penalizados por adelantar las primarias
Partidarios de Hillary Clinton protestan en Washington para que el Partido Demócrata contabilice a los representantes elegidos en Michigan y Miami. / BRENDAN SMIALOWSKI-EFE
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MERCEDES GALLEGO CORRESPONSAL. NUEVA YORK,
Corrieron las pasiones, dentro y fuera de la sala del hotel Marriott donde se reunió ayer el Comité de Normas y Reglamento del Partido Demócrata para resolver una cuestión imposible, ante una ruidosa audiencia. ¿Qué hacer con los votos de Michigan y Florida, que fueron anulados por incumplir estos estados el calendario electoral?
A priori, todos los candidatos estaban de acuerdo en ayudar al partido a imponer el castigo. Incluso firmaron un acuerdo voluntario para no hacer campaña en los dos estados penalizados y retirar sus nombres de las papeletas. Eso, cuando nadie esperaba que la elección del candidato demócrata pasara de los dos primeros contenciosos, Iowa y New Hampshire. Para entonces, el sentir general era que Hillary Clinton arrasaría en estos estados y se coronaría fácilmente.
La conmoción llegó cuando un alevín de color batió inesperadamente a la ex primera dama en Iowa y la mandó hasta el tercer puesto. Clinton se recuperó en New Hampshire, pero necesitaba la siguiente contienda de Michigan, descalificada por el partido, para solidificar su permanencia en la competición. Su nombre, junto con el de otros candidatos menores que no sumaron ni el 5% del voto, fue el único importante en las papeletas que eligió el 55% de los votantes en ausencia de rivales. Con todo, el 44% votó en blanco, como había perdido el partido estatal. Ese voto, que habitualmente no pasa de unos cientos, llegó en Michigan hasta los 238.168.
Para cuando Florida votó, tras su derrota en Carolina del Sur, Clinton sabía que si no aprovechaba el vacío de Obama en los estados rebeldes su carrera a la Casa Blanca estaba acabada. En Florida su trampa fue utilizar el resquicio que le permitía hacer recaudaciones de fondos para celebrar tres grandes eventos en la semana previa a las elecciones del 29 de enero, e incluso acudir la noche electoral a celebrar su pírrica victoria: 50% para Clinton, 33% para Obama y 14% para Edwards. Su promesa esa noche, lograr que los delegados de Michigan y Florida se sienten en la convención de acuerdo a esos resultados.
Tantas veces lo ha repetido, tanto ha espoleado a los votantes de ambos estados, erigiéndose en adalid de los votos marginados, que los gritos de estos votantes iracundos llegaron hasta Washington ayer en autobuses y mediante miles de cartas y correos electrónicos que han desbordado a los 30 miembros del Comité encargado de la titánica misión: «Certificar retroactivamente unas elecciones que dijimos que no iban a contar», resumió Alice Travis Germond, en público 'mea culpa'.
«Solución imperfecta»
El airado debate de ayer y la agonía del comité para alcanzar una decisión reflejaba lo inevitable: cualquier conclusión será «una solución imperfecta», admitió de antemano el senador Carl Levin, en representación de Michigan.
«¿Como consigues una representación justa de unas primarias defectuosas?», preguntó desesperado. «Tenemos un sistema para elegir a nuestro candidato que es totalmente irracional (...). Lo que estamos haciendo ahora es tratar de unir al partido para poder ganar un estado que será clave en noviembre».
Para Michigan, que proporciona 128 delegados electos y 29 superdelegados, la campaña de Obama propone un reparto salomónico al 50% «para que refleje el hecho de que no representó el sentir de los votantes», dijo David Bonior. Eso otorgaría 64 delegados electos a cada uno. Pero Clinton pide que se certifique el resultado que salió de las urnas, anotándose así 73 delegados electos y dejando 55 a Obama, ya que los otros dos principales candidatos que se retiraron -John Edwards y Bill Richardson- se han sumado a su equipo. La delegación de Michigan propone repartir la diferencia entre las dos propuestas: 69 para Clinton y 59 para Obama.
Recuerdo de la pesadilla
Si Michigan fue complicado, Florida despertó pasiones y revivió la pesadilla del recuento del 2000. La decisión de adelantar las primarias fue del Congreso estatal, dominado por los republicanos, y si los demócratas se vieron forzados a votar unánimemente por ella es porque la propuesta de ley incluía una reforma del sistema de votos que acabaría con las infames papeletas mariposas, algo que todos habían prometido a sus constituyentes.
Aquí la campaña de Obama está dispuesta a darle a Clinton lo que busca, el resultado del 29 enero. Los abogados del partido, sin embargo, proponen que se penalice al estado rebajando a la mitad su calidad de voto.
Si imperfectas fueron ambas primarias, sesgado es el comité que trata de resolverlas. De sus 30 miembros, 13 son parte de la campaña de Clinton y 8 de la de Obama. No es de extrañar que anoche todavía no hubieran alcanzado una conclusión. La víspera, en una reunión informal con la que trataron de zanjar la batalla antes de airearla al público, discutieron sin éxito hasta la 1.30 horas de la madrugada. Si anoche no llegaban a un acuerdo la guerra puede prolongarse hasta la Convención de final de agosto.
Corrieron las pasiones, dentro y fuera de la sala del hotel Marriott donde se reunió ayer el Comité de Normas y Reglamento del Partido Demócrata para resolver una cuestión imposible, ante una ruidosa audiencia. ¿Qué hacer con los votos de Michigan y Florida, que fueron anulados por incumplir estos estados el calendario electoral?
A priori, todos los candidatos estaban de acuerdo en ayudar al partido a imponer el castigo. Incluso firmaron un acuerdo voluntario para no hacer campaña en los dos estados penalizados y retirar sus nombres de las papeletas. Eso, cuando nadie esperaba que la elección del candidato demócrata pasara de los dos primeros contenciosos, Iowa y New Hampshire. Para entonces, el sentir general era que Hillary Clinton arrasaría en estos estados y se coronaría fácilmente.
La conmoción llegó cuando un alevín de color batió inesperadamente a la ex primera dama en Iowa y la mandó hasta el tercer puesto. Clinton se recuperó en New Hampshire, pero necesitaba la siguiente contienda de Michigan, descalificada por el partido, para solidificar su permanencia en la competición. Su nombre, junto con el de otros candidatos menores que no sumaron ni el 5% del voto, fue el único importante en las papeletas que eligió el 55% de los votantes en ausencia de rivales. Con todo, el 44% votó en blanco, como había perdido el partido estatal. Ese voto, que habitualmente no pasa de unos cientos, llegó en Michigan hasta los 238.168.
Para cuando Florida votó, tras su derrota en Carolina del Sur, Clinton sabía que si no aprovechaba el vacío de Obama en los estados rebeldes su carrera a la Casa Blanca estaba acabada. En Florida su trampa fue utilizar el resquicio que le permitía hacer recaudaciones de fondos para celebrar tres grandes eventos en la semana previa a las elecciones del 29 de enero, e incluso acudir la noche electoral a celebrar su pírrica victoria: 50% para Clinton, 33% para Obama y 14% para Edwards. Su promesa esa noche, lograr que los delegados de Michigan y Florida se sienten en la convención de acuerdo a esos resultados.
Tantas veces lo ha repetido, tanto ha espoleado a los votantes de ambos estados, erigiéndose en adalid de los votos marginados, que los gritos de estos votantes iracundos llegaron hasta Washington ayer en autobuses y mediante miles de cartas y correos electrónicos que han desbordado a los 30 miembros del Comité encargado de la titánica misión: «Certificar retroactivamente unas elecciones que dijimos que no iban a contar», resumió Alice Travis Germond, en público 'mea culpa'.
«Solución imperfecta»
El airado debate de ayer y la agonía del comité para alcanzar una decisión reflejaba lo inevitable: cualquier conclusión será «una solución imperfecta», admitió de antemano el senador Carl Levin, en representación de Michigan.
«¿Como consigues una representación justa de unas primarias defectuosas?», preguntó desesperado. «Tenemos un sistema para elegir a nuestro candidato que es totalmente irracional (...). Lo que estamos haciendo ahora es tratar de unir al partido para poder ganar un estado que será clave en noviembre».
Para Michigan, que proporciona 128 delegados electos y 29 superdelegados, la campaña de Obama propone un reparto salomónico al 50% «para que refleje el hecho de que no representó el sentir de los votantes», dijo David Bonior. Eso otorgaría 64 delegados electos a cada uno. Pero Clinton pide que se certifique el resultado que salió de las urnas, anotándose así 73 delegados electos y dejando 55 a Obama, ya que los otros dos principales candidatos que se retiraron -John Edwards y Bill Richardson- se han sumado a su equipo. La delegación de Michigan propone repartir la diferencia entre las dos propuestas: 69 para Clinton y 59 para Obama.
Recuerdo de la pesadilla
Si Michigan fue complicado, Florida despertó pasiones y revivió la pesadilla del recuento del 2000. La decisión de adelantar las primarias fue del Congreso estatal, dominado por los republicanos, y si los demócratas se vieron forzados a votar unánimemente por ella es porque la propuesta de ley incluía una reforma del sistema de votos que acabaría con las infames papeletas mariposas, algo que todos habían prometido a sus constituyentes.
Aquí la campaña de Obama está dispuesta a darle a Clinton lo que busca, el resultado del 29 enero. Los abogados del partido, sin embargo, proponen que se penalice al estado rebajando a la mitad su calidad de voto.
Si imperfectas fueron ambas primarias, sesgado es el comité que trata de resolverlas. De sus 30 miembros, 13 son parte de la campaña de Clinton y 8 de la de Obama. No es de extrañar que anoche todavía no hubieran alcanzado una conclusión. La víspera, en una reunión informal con la que trataron de zanjar la batalla antes de airearla al público, discutieron sin éxito hasta la 1.30 horas de la madrugada. Si anoche no llegaban a un acuerdo la guerra puede prolongarse hasta la Convención de final de agosto.
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