domingo, mayo 11, 2008

¿Elecciones? Un cuentazo

El nacional, Vespertino Dominicao

POR NARCISO ISA CONDE
Hoy quiero socializar con los lectores y lectoras de esta columna las reflexiones que sobre el próximo 16 de mayo hemos venido haciendo en nuestro nuevo proyecto político.

En este país no habrá elecciones: a lo sumo unas votaciones viciadas, degradadas y previamente adulteradas por el oro corruptor y el engaño.

Por el clientelismo desenfrenado, por el reparto de las instituciones, por la degradación moral de la Junta Central Electoral y de todo el sistema de arbitraje y administración electoral, por el uso abusivo del poder y los recursos del Estado y por el empleo con esos fines de fortunas mal habidas amasadas por la partidocracia oficialista y/o opositora, articuladas a empresarios inescrupulosos y muchas variantes de corrupción.

El 16 de mayo nada se va a elegir, sino a escoger compulsivamente entre dos opciones parecidas en todo lo negativo: corrupción, perversión, neoliberalismo empobrecedor y entreguismo. Dos opciones prefabricadas y polarizadas (PLD-Leonel Fernández y PRD-Vargas Maldonado), que representan indistintamente lo pésimo y lo peor.

En este evento no hay -ni habrá- espacios en votos para minorías, ya sean de ultraderecha, de derecha moderada o simplemente progresista y honesta.

En este escenario tiene lugar una competencia espuria por preeminencias para hacer fechorías y reparto voraz del patrimonio estatal, del presupuesto y las riquezas nacionales. Un choque impregnado de complicidades, con árbitros oficiales y agregados pusilánimes y proclives a instrumentar entuertos antinacionales y anti-populares si las trampas amenazan el pacto de convivencia.

La reelección, por un lado, y la oposición tradicional, por el otro – ambas de derecha y conformadas las dos en un ambiente de corrupción, balaguerización y predominio neoliberal- lo contaminan todo en medio del deterioro social y de una recolonización brutal que habrán de pintar más feo el panorama después de la contienda.

Esta campaña no pasa de ser una especie de envoltura de un sistema de partidos en franco proceso de putrefacción y de una realidad social próxima a estallar o descomponerse en mayor grado. Así lo percibe ya mucha gente.

Más allá de la burbuja electoral, la necesidad de un cambio radical está presente en la conciencia de una parte significativa de los civiles e incluso en no pocos militares, pero los acontecimientos para interrumpir este círculo vicioso y viciado, y los liderazgos y fuerzas con posibilidad de resquebrajar este dominio, todavía no se han producido ni se han desarrollado como es necesario.

Los esfuerzos de unidad de las izquierdas en su diversidad y de otras fuerzas alternativas, o han fracasado o se han quedado muy cortos, pues todavía no se ha podido crear un cauce atractivo, capaz de incorporar y poner en movimiento un amplio y diversos caudal transformador, formado por los sectores afectados por la crisis.

La propuesta que reciente y tardíamente se estructuró alrededor de la candidatura de Guillermo Moreno -si bien no guarda relación con la corrupción ni con la nefasta partidocracia tradicional- carece de impacto, profundidad, beligerancia y poder unificador. Carece de programa superador del modelo neoliberal y de la decadente institucionalidad vigente; amén de no ser el producto de un liderazgo conquistado al calor de las luchas populares como ha acontecido en Suramérica.

En fin de cuentas, se trata de una propuesta elitista, a lo sumo capaz de atraer a una parte muy reducida de las capas medias; con altísimo riesgo de convertirse en la crónica de un gran revés político.

Una coyuntura así, no merece ser legitimada desde la izquierda; más cuando se vislumbra que la crisis en desarrollo habrá de trascenderla y habrá de agravarse después del seguramente frustratorio desenlace electoral.

El espacio para lo transformador -para algo parecido al gobierno y al poder que Caamaño encabezó en 1965, para un presidente como el que la intervención militar estadounidense depuso- habrá de ampliarse en los próximos meses.

El caamañismo y todas las izquierdas consecuentes -como expresión de honestidad, de democracia, antiimperialismo, unidad de civiles y militares revolucionarios y proyecto socialista-, tendrán óptimas condiciones para su desarrollo y reproducción en función de un nuevo poder post-neoliberal, transformador, portador de justicia y felicidad colectiva. Sobre todo si se une la diversidad realmente trasformadora.

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