jueves, febrero 15, 2007

Presidente de Haití ofrece recepción a grupo dominicano

Leo Reyes

-De El Nacional, Vespertino Dominicano-

Haití.- Barbicano, con una sonrisa estacionada en el rostro, el presidente René Preval se tomó dos copas de vino y encendió tres cigarrillos antes de invitar a los comensales a la mesa.
Enemigo de encorsetarse a las prédicas del protocolo, como para no ofender la pobreza de su pueblo, el Presidente vestía camisa azul, manga larga, sin chaqueta, cuando entró al saloncito contiguo a su despacho en que le esperaba la comitiva dominicana.

Taconeó y con ese sentido de ocurrencia y de camaradería que le caracteriza, antes de estrecharle la mano hizo un saludo militar al mayor general Rafael Ramírez Ferreira presentado por el embajador José Serulle Ramia.

Hizo lo propio con el contralmirante Víctor Manuel Rodríguez Martínez y con el mayor Mélido Barrios Marte. Todos sonrieron con el gesto gentil del mandatario, hasta su ministro de Justicia y Seguridad Pública, doctor René Magloire.

Preval se sentía en confianza con la comitiva dominicana, aunque, como es su costumbre, en español -que bien lo entiende- no dijo más que algunas palabras. Habló en francés y Serulle, su entrañable amigo, tradujo.

Tenía muy buen semblante, natural, no parecía haberse acicalado aunque derramaba cierto aroma a Imperial de Guerlain.

Haití está de carnaval y el Presidente estaba contento. Mandó a decorar el Palacio Nacional de motivos y souvenires carnavalescos. Dos grandes maniquíes -que así llaman los haitianos a las muñeconas de tela de colores vivos de “roba la gallina”- escoltan las escaleras exteriores frontales.

Llenó las ventanas del Palacio Blanco de caretas de carnaval. Es la fiesta que junta a todos los haitianos -ricos y pobres- al son del tambor.

A doscientos metros, en Champs Mars, los obreros martillaban y levantaban tarimas para la fiesta del domingo, lunes y martes próximos, para la explosión de sentimientos religiosos y paganos, de luases y de tafiá. Es el reencuentro con la tradición de los abuelos del continente negro.

"Yo iré a la Cumbre, no importa si es el 15, el 16 o el 17, iré como quiera", dijo al grupo, al que llevó de manos a un saloncito contiguo para darse dos cigarrillos e invitar a un "vin rouge" -vino tinto-.

Se refería a la Cumbre en Santo Domingo con los presidentes Leonel Fernández y Uribe, de Colombia.

De la misma Cumbre saldrá para Cuba a chequearse con sus médicos que le atienden de problemas en la próstata, glándula de la que se operó hace cinco años.

A las 2:00 de la tarde, que son las tres en República Dominicana, porque los haitianos tienen horario de invierno, el embajador Serulle miró por última vez la hora y le pidió a su amigo, el Presidente, que le excusara pero que el tiempo apremiaba.

Un helicóptero verde aguardaba en el helipuerto de la embajada dominicana en las montañas de Petion Ville.

Generoso, el Presidente dijo que todavía era temprano, pero los invitó a la mesa para el almuerzo, que tomó 45 minutos.

Abrazado al embajador Serulle y al cónsul Carlos Castillo, Preval acompañó a la comitiva más allá de las puertas del comedor y pidió un Barbancourt 15 años, el mejor y más añejo de los Cinco Estrellas.

¡Qué hombre más agradable!, musitó Ramírez Ferreira.

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