DISCURSO DE MIGUEL VARGAS MALDONADO
ANTE EL CUERPO DIPLOMATICO ACREDITADO EN
9 DE FEBRERO 20007
HORA: 6:00 PM
HOTEL EL EMBAJADOR
SALON CANCILLER
---------------------------------------------------Excelentísimos Señores Embajadores
Honorables Señores Representantes
Distinguidos amigos
Compañeras y compañeros:
Permítanme agradecer, de antemano, la condescendencia que han tenido al responder a esta invitación que hemos cursado por intermedio de la Secretaría de Relaciones Internacionales del Partido Revolucionario Dominicano.
Este encuentro servirá, sin dudas, para reforzar los lazos de amistad, confraternidad y cooperación que siempre han existido entre sus respectivos Gobiernos e Instituciones y el Partido Revolucionario Dominicano, así como para destacar la vocación de paz, la voluntad de diálogo, la solidaridad y el espíritu de concertación que deberá prevalecer en una gestión de gobierno encabezada por nosotros.
El gobierno que dirigiremos, se suscribirá a los lineamientos ideológicos del socialismo democrático, donde la paz, la libertad, la justicia social y la solidaridad serán siempre los valores centrales de nuestra acción gubernativa, lo que junto a los ideales de bienestar, seguridad, igualdad, autodeterminación, coparticipación, trabajo, honestidad, y defensa y protección del medio ambiente darían el marco idóneo al sueño de nuestro líder, mentor y guía, el Dr. José Francisco Peña Gómez, cuando esbozaba su intención primaria de un buen gobierno en la frase “Primero la Gente”.
La Cooperación Internacional, reviste, sin dudas, de una especial importancia en esta nueva aproximación de las relaciones internacionales, sin embargo, pretendemos que se ejecute como un camino de doble vía, donde quede expresada no solo la deuda histórica y social de las economías preeminentes hacia los países menos favorecidos, sino también la solidaridad dominicana hacia aquellas naciones susceptibles de aprovechar las experiencias y frutos de un camino ya retomado, especialmente en nuestra área de influencia geográfica.
Somos, vale subrayarlo, abanderados del marco jurídico internacional, expresado a través de los Organismos Multilaterales y Especializados, porque creemos, a conciencia, que en un mundo tan interrelacionado las soluciones colectivamente consensuadas serán siempre, a la larga, las más justas y apropiadas.
En ese sentido, de llegar a ocupar la presidencia del país, pretendemos continuar fortaleciendo la participación dominicana en los Organismos del sistema de las Naciones Unidas, en la Organización de los Estados Americanos y en otros Organismos regionales y subregionales, a sabiendas de que, en algunos casos, los mismos deberán adecuarse al nuevo curso de los tiempos, pero con la total seguridad de que el futuro les aguarda con mayores retos y responsabilidades que los que hasta ahora hayan podido enfrentar en el desarrollo de sus funciones inherentes.
Aunque en las economías de nuestro continente prevalecen aún profundas y marcadas diferencias y desigualdades sociales, falta de equidad y oportunidades, que laceran dolorosamente a muchas de nuestras naciones, no es menos cierto que en nuestra América existen aún lazos culturales fuertes e indisolubles que sirven de catalizador para la ejecución de las vías del diálogo y del entendimiento en aras de encontrar la justicia social y el bienestar al que aspiran nuestros pueblos.
Si esperamos la paz tenemos que avocarnos a las vías de un desarrollo participativo y de progreso social, lo que con seguridad traerá el bienestar y la estabilidad que merecen nuestros pueblos.
En ese sentido, utilizaríamos los recursos de la acción diplomática para promover, a nivel nacional y regional, la democracia política como medio de garantía al estado de derecho y al ejercicio pleno de las libertades individuales y colectivas de los ciudadanos de nuestro continente.
Esa es, creemos, la condición previa para la instauración de la democracia económica, con igualdad de oportunidades con respeto a los valores fundamentales de los ciudadanos y a sus diferencias intrínsecas, bajo la premisa del valor idéntico de todos los seres humanos y la comprensión de la diversidad individual, por lo que nos empeñaremos en su respeto, defensa y difusión en los escenarios que tengamos institucionalmente disponibles.
Los Estados Unidos de América son nuestro socio económico más importante. Su sistema democrático y sus sólidas instituciones sirven de referencia y guía para encontrar nuestro propio camino. Su liderazgo en el mundo no está sujeto a discusión. De ellos esperamos seguir cosechando el respeto y entendimiento del que nos hemos hecho merecedores a través de los miles de dominicanas y dominicanos que han ido a ese país hermano a aportar su sudor y su trabajo para beneficio de nuestras mutuas economías.
Entendemos y valoramos los ingentes esfuerzos que realiza ese país hermano en aras de que la República Dominicana alcance la fortaleza institucional que necesita todo estado de derecho. En ese sentido, pretendemos seguir profundizando las relaciones bilaterales para arraigar, de manera decidida, los compromisos y desafíos que hemos acordado con miras a asegurar un intercambio económico más equitativo, dando continuidad al Tratado de Libre Comercio alcanzado conjuntamente con Centroamérica, y explorando nuevas vías de cooperación, amparados en el marco de paz, democracia y seguridad que nuestros pueblos merecen.
Queremos referirnos también a las relaciones dominico haitianas dado que revisten una importancia capital. Somos dos naciones siamesas, unidas de manera visceral por la geografía de nuestros respectivos pueblos. Algunas veces enfrentados, muchas veces solidarios. Dos individualidades con un destino inevitablemente vinculante.
La República Dominicana y la República de Haití han aprendido a elevar sus afectos y sus diferencias a las alturas del diálogo productivo. Sin embargo, ambas naciones siguen siendo ensombrecidas por voces agoreras, con intereses a veces mezquinos, que pretenden vincular los males de nuestras respectivas pobrezas con patrones de comportamiento racial que no se corresponden con la verdad absoluta.
La nación dominicana es un crisol de razas, donde conviven pacíficamente seres humanos amalgamados de todos los colores. Esa y no otra es la verdadera nacionalidad dominicana.
El espíritu de solidaridad expresado en la convivencia armónica de su diversidad cultural representa, sin dudas, la más grande riqueza de su identidad nacional.
La inmigración haitiana a nuestro país, como la nuestra a países hermanos, con sus bondades y sus perjuicios, corresponde a un flujo humano originado en la desigualdad y la pobreza, en la marginalidad y en la falta de oportunidades. Es parte de un fenómeno migratorio al que el resto del mundo no es ajeno. Resulta evidente que su solución no está, únicamente, en la mano del pueblo dominicano. Para enfrentarlo necesitamos del esfuerzo de todos: primero del pueblo haitiano, y principalmente de las economías más desarrolladas, especialmente de aquellas que adeudan la hipoteca histórica de la explotación colonial.
De ser correspondido con el favor del voto del pueblo dominicano, estoy comprometido a profundizar, en un diálogo franco y permanente con el Gobierno de Haití, las avenidas de conveniencia mutua que conduzcan a paliar las causas que originan el éxodo humano y a garantizar a sus ciudadanos en nuestro país el trato justo y considerado que le acuerdan las leyes nacionales e internacionales al efecto.
Del otro lado del mundo, un nuevo gigante se levanta en el viejo continente. La integración europea avanza rápidamente imponiendo novedosos esquemas que obligan al replanteo de las tradicionales relaciones que prevalecieron por siglos. La cooperación europea encuentra también nuevas formas y escenarios para manifestarse.
Este conjunto de novedosas circunstancias sugiere, sin lugar a dudas, que será indispensable identificar, adecuar y aprovechar los nichos de acción diplomática, comercio e inversión que se manifiestan en beneficio de nuestras economías respectivas, lo que obliga al Estado dominicano a fortalecer sus instituciones nacionales vinculadas y a la estructuración de las políticas consecuentes al respecto, así como a la formación permanente de cuadros especializados, que sirvan tanto a las relaciones comunitarias como a las relaciones bilaterales, para hacer sustentables en el tiempo, las relaciones políticas, la seguridad jurídica, la inversión extranjera, el turismo, el comercio, la cooperación internacional y la transferencia tecnológica.
El ejemplo europeo es muestra evidente de los aportes y favores que nos brinda el camino de la integración comunitaria. En ese sentido, apoyamos de manera decidida los esquemas de integración regional y subregional en los que la República Dominicana participa o sea susceptible de participar, tanto en el aspecto político como en el ámbito económico. Los escenarios comunitarios permanentes, especialmente el Parlamento Centroamericano, el Sistema de Integración Centroamericano, la Asociación de Estados del Caribe y el CARICOM, entre otros, así como las Cumbres Presidenciales y Eventos comunitarios no permanentes encontrarán siempre nuestro respaldo y participación más decididos.
Reconocemos, igualmente, que la República Dominicana deberá fortalecer sus lazos con los Estados hermanos del Caribe, por lo que planteamos la necesidad de incrementar la acción diplomática en la región, mejorando a niveles adecuados el intercambio económico y la cooperación internacional. Derribando las barreras anacrónicas que nos separan y encontrando puntos de avenencia para beneficio mutuo de nuestros pueblos.
Voy a referirme ahora a la presencia diplomática dominicana en el continente asiático, que se inicia a mediados del siglo pasado. De aquel entonces a nuestros días, los tigres de Asia han desarrollado una poderosa economía que impacta todos los confines de la tierra. Sus Estados se han modernizado y fortalecido, influyendo en las decisiones políticas y en las economías del mundo de manera decisiva.
La República Dominicana deberá reevaluar el ámbito, alcance y objetivos de sus relaciones con esos países. En ese sentido consideramos necesario abrir nuestras fronteras diplomáticas a otros Estados de la región, en busca de nuevas y mejores perspectivas para nuestros respectivos pueblos, notablemente en cuanto al comercio, donde un intercambio informal ha sido ya establecido por entidades dominicanas en diversos países de Asia sin que estén amparados en un marco jurídico formalmente especificado.
Otro aspecto que deseo destacar de manera puntual se refiere a las nuevas amenazas que enfrenta el mundo civilizado. Específicamente, el narcotráfico, el terrorismo y el crimen internacional.
Nuestro compromiso con la promoción y el mantenimiento de la paz llegará hasta los confines que sea necesario. No escatimaremos esfuerzos para combatir, tanto localmente como en los espacios estratégicos internacionales, la desgracia del flagelo del tráfico de estupefacientes, fortaleciendo los estamentos que lo combaten y alcanzando acuerdos con Gobiernos amigos que faciliten la lucha radical contra los agentes que lo fomentan.
De igual manera mantendremos y fortaleceremos, en coordinación con los países del mundo civilizado, todas las estrategias tendientes a garantizar la seguridad de nuestros ciudadanos, protegiéndolos de manera preventiva de las consecuencias del terrorismo internacional y aplicando todo el peso y la autoridad que la ley confiere para castigar los crímenes que socavan la tranquilidad de nuestros pueblos.
Quiero también subrayar, de manera muy especial, que como socialdemócratas, el Partido Revolucionario Dominicano y quien les habla, personalmente, estamos comprometidos a trabajar de manera ardua y tesonera para legar a las futuras generaciones un escenario terreno donde la calidad de vida sea fundamentalmente aceptable, tanto para el ser humano como para las demás especies que le habitan.
Es así que no escatimaremos esfuerzos para promover y ejecutar proyectos, planes y sistemas que garanticen la preservación y reconstitución del medio ambiente nacional e internacional, especialmente a través de la educación ciudadana y de la transformación y readecuación de los procesos de producción y consumo que impliquen el deterioro de la biosfera.
Pero, poco representaría un esfuerzo en ese sentido si no tuviera como eje principal el respeto al derecho a la vida y a la integridad física de todos los seres humanos. Es absolutamente inadmisible para un gobierno nuestro, cualquier tipo de vejación o tortura, así como constituye un compromiso inapelable la protección de todos los ciudadanos, nacionales o no, contra cualquier forma de trato indigno o degradante.
Creemos en un régimen de derechos humanos sin discrimen al derecho económico y social, activo y participativo; que sin subvencionar la marginalidad propicie las condiciones para que el ser humano alcance a vivir con la dignidad que merece.
Finalmente, propugnamos por unas relaciones internacionales pluralistas y democráticas, basadas en el consenso y la cooperación, que sean garantes de la paz, la libertad y el progreso, y que asegure a los ciudadanos del mundo las vías inalienables de un estado de pleno derecho.
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