Del diario de Leon, EspaÑa.-
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La elección del sustituto de George W. Bush en noviembre de 2008 empieza a absorber la mayor parte de la energía política de Estados Unidos. La gran pregunta a estas alturas es si los demócratas serán capaces de elegir en sus primarias a un candidato atractivo para la mayoría de los votantes. Todo indica que el ciclo republicano se termina y que éste partido necesita renovar fuera del poder su identidad conservadora, dañada por los claros excesos del movimiento neocon y por algunos escándalos recientes. El problema es que en los últimos ocho años los demócratas no han desaprovechado una sola oportunidad de desaprovechar una oportunidad en la reconquista de la Casa Blanca. Las bases del partido se empeñan en apoyar a candidatos mucho más radicales que la mayoría de los electores o muy desconectados con el votante medio (Al Gore, John Kerry). Una prueba más de este instinto suicida es la cantidad de adhesiones de los mandarines demócratas a la candidatura de Hillary Clinton. La senadora por Nueva York es uno de los políticos más inteligentes, capaces y preparados. Pero su índice de rechazo por la población norteamericana es altísimo. Aún así, cuenta con la mejor organización, financiación y red de apoyos con las que pudiera soñar ningún candidato y con el enorme activo de Bill Clinton haciendo campaña a su favor.
Las posibilidades demócratas se complican por el hecho de que en el lado republicano no hay ningún candidato fuerte en las primarias que se presente como heredero de Bush. Al contrario, los contendientes más señalados a la Casa Blanca son críticos con los errores de su actual presidente. El favorito es John McCain, un veterano de guerra, azote de la laxa financiación de las campañas y distanciado respecto a algunos métodos empleados en la guerra contra el terrorismo. Recientemente ha reafirmado sus convicciones conservadoras para acercarse a los movimientos políticos de inspiración religiosa y al pensamiento económico libertario. El senador McCain tiene una justa fama de político independiente e imprevisible. Su principal desventaja es su avanzada edad y su poco atractivo aspecto físico, en una sociedad en la que la imagen es decisiva. Por otro lado, el ex alcalde de Nueva Cork, Rudy Giuliani, acaba de anunciar su candidatura. Giuliani fue el héroe en la jornada del 11-S y es un centrista nada querido por las bases conservadoras pero con un gran tirón entre los votantes moderados de ambos partidos. Todavía queda mucho tiempo para noviembre de 2008. Se esperan nuevos candidatos en ambos partidos y no pocas sorpresas en el desarrollo de sus elecciones primarias. Pero la impresión a estas alturas es que la contienda será mucho más abierta de lo que podría parecer tras ocho años de presidencia republicana y un Bush en declive.
Las posibilidades demócratas se complican por el hecho de que en el lado republicano no hay ningún candidato fuerte en las primarias que se presente como heredero de Bush. Al contrario, los contendientes más señalados a la Casa Blanca son críticos con los errores de su actual presidente. El favorito es John McCain, un veterano de guerra, azote de la laxa financiación de las campañas y distanciado respecto a algunos métodos empleados en la guerra contra el terrorismo. Recientemente ha reafirmado sus convicciones conservadoras para acercarse a los movimientos políticos de inspiración religiosa y al pensamiento económico libertario. El senador McCain tiene una justa fama de político independiente e imprevisible. Su principal desventaja es su avanzada edad y su poco atractivo aspecto físico, en una sociedad en la que la imagen es decisiva. Por otro lado, el ex alcalde de Nueva Cork, Rudy Giuliani, acaba de anunciar su candidatura. Giuliani fue el héroe en la jornada del 11-S y es un centrista nada querido por las bases conservadoras pero con un gran tirón entre los votantes moderados de ambos partidos. Todavía queda mucho tiempo para noviembre de 2008. Se esperan nuevos candidatos en ambos partidos y no pocas sorpresas en el desarrollo de sus elecciones primarias. Pero la impresión a estas alturas es que la contienda será mucho más abierta de lo que podría parecer tras ocho años de presidencia republicana y un Bush en declive.
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